El contacto íntimo también está condicionado por el temor al contagio, incluso en los vínculos estables. Qué pasa con las nuevas relaciones.
El miedo al contagio está por todas partes. Se cuela en los transportes públicos, en la cola del supermercado y hasta debajo de las sábanas. Un cambio radical en los hábitos sociales. La propagación del coronavirus plantea nuevas prácticas e interrogantes incluso a la hora de la intimidad de pareja.
Fobias, culpas post coito, hipocondría y repulsión al sexo son algunos de los factores que condicionan los contactos afectivos y eróticos de estos tiempos. Es que las enfermedades infecciosas que se transmiten por proximidad social influyen en diferentes escenarios interpersonales. La Organización Mundial de la Salud (OMS) difundió un montón de recomendaciones para protegerse del Covid-19 en las situaciones concretas del día a día, pero no dijo nada sobre las relaciones sexuales.
El beso es una forma de transmisión, ¿también puede serlo la penetración? “El virus está presente en gotas de saliva. Se desconoce si existe en otros fluidos corporales. Si un miembro de la pareja exhibe síntomas propios de un proceso gripal, la lógica debe ser abstenerse de tener relaciones”, señala el cardiólogo Mario Boskis.
En tiempos de alerta y prevención, los vínculos afectivos se ven amenazados. Ya existen desacuerdos a la hora de acercarse, besarse y, ni hablar, de tener sexo. “Salir a la conquista se está convirtiendo en un problema porque la cercanía con una persona desconocida provoca ansiedad y temor. Ya no basta con lavarse las manos o usar alcohol en gel. El contacto íntimo es el que hoy está condicionado por la preocupación”, explica Walter Ghedín, médico psiquiatra y sexólogo. Beatriz Goldberg, psicóloga especialista en terapia, coincide en que en todo momento de crisis hay una baja sexual, que afecta en mayor grado a las relaciones inestables.
Claudia había empezado a conocer a un joven por medio de Tinder. Intercambiaron varios mensajes. Compartían aficiones. Trasladaron sus charlas al WhatsApp. Pero al momento del encuentro, su candidato le comunica por teléfono que en el hospital donde trabaja habían detectado un caso positivo de coronavirus. Claudia no se atrevió a cancelar la cita: directamente bloqueó el contacto de inmediato ante el miedo que le produjo la noticia.
La paranoia colectiva pasa de boca en boca con más rapidez que las pautas de médicos especialistas y del Estado para contener la expansión del virus. Ghedín explica que esto sucede porque la preocupación inicial se carga de emociones desagradables que retroalimentan cualquier tipo de información.
“El encuentro amoroso requiere alejarse de las preocupaciones para focalizarse en el contacto erótico. Si se instala el miedo, la capacidad para disfrutar estará disminuida”, avanza. Y señala que, a diferencia de los adultos, los jóvenes no suelen manifestar esta problemática. Toman los recaudos necesarios, pero no se preguntan qué puede pasar si se dan un beso apasionado, si se acercan a su pareja o si tienen sexo. Simplemente, lo viven sin tanto nivel de alarma. “Es como una gripe más. Si me contagio, me encierro 15 días y pasa”, suelen decir en el consultorio del especialista.
La costumbre de saludarse con un beso en la mejilla está en jaque. “Hay una alerta generalizada hacia cualquier contacto cuerpo a cuerpo que tiende a hacer que las personas se aíslen cuando aún no existan razones sanitarias para hacerlo”, destaca la sexóloga Marta Castro. Y agrega que los encuentros sexuales dependerán de los pactos de confianza y credibilidad que se construyan en la pareja, algo similar al deber de fidelidad.
Los comportamientos que resaltan los temores y el rechazo a toda clase de vínculo cercano se ponen en evidencia dentro de eventuales conquistas. Así, las relaciones virtuales tardan en ser encuentros reales por miedo al contacto directo. “Esta reticencia a no querer ir a reuniones sociales, afecta a los lazos afectivos en general y, en particular, a los que se estaban gestando”, destaca Goldberg.
Pero la intranquilidad se instala también en las parejas que llevan varios años juntas. Preocupan los tratos sociales que cada uno pudo haber tenido en sus lugares de trabajo u otros grupos de pertenencia. “Quedamos en que no se podía saludar a nadie con un beso”, reclaman algunos. “Dijiste que ibas a evitar el mate”, dicen otros. Un cultivo de conflictos y discusiones. En cambio, están quienes discrepan acerca del cuidado que cada miembro debe tener por la diferencia de edad: “Soy joven, a mí no me va a pasar nada”.
Otro problema que se presenta en las uniones estables, revelan los especialistas consultados por Clarín, es cómo pasar el tiempo en caso de cuarentena. Hay quienes no tienen inconvenientes, pero Castro cuenta que para algunas parejas es motivo de continuas disputas. “Si tuviese que estar 15 días aislada con mi marido, no sabría qué hacer, me volvería loca”, le confesó una paciente.
Los desafíos son muchos: cambiar el miedo por la confianza; la preocupación por una prevención sensata; convertir el contacto social en acciones responsables. Un paradigma diferente.