Unas 40.000 personas al año sufren muerte súbita en la Argentina. (Foto: Adobe Stock)

Es un domingo por la noche y está toda la familia sentada frente al televisor. Todos están viendo un partido de fútbol definitorio, ya que -con un resultado favorable para la Selección Nacional-, la Argentina pasa a semifinales.

Es nada menos que el Campeonato Mundial, y hoy es imprescindible ganar. El gol llega en el último minuto y, en ese momento, Jorge siente una opresión en la mitad del pecho.

El dolor se hace intenso y se le irradia hacia la espalda, mientras un sudor frío le corre por la frente. Sus dos hijos no se percatan de lo que sucede, absortos en el partido. Su mujer sí y alcanza a sostenerlo, evitando que su cabeza impacte contra el piso cuando Jorge pierde el conocimiento.

Un nuevo partido comenzó, en el que Jorge se juega la vida. Ese partido durará como mucho tres minutos, ya que es el tiempo que le queda para ser “resucitado”. Jorge, como 40.000 personas al año en la Argentina, ha sufrido una muerte súbita.

La causa principal de este cuadro es un trastorno del ritmo cardíaco, llamado fibrilación ventricular, por lo que el corazón no puede contraerse normalmente y deja literalmente de bombear sangre. El cerebro es el primer damnificado. Luego, si no se revierte rápidamente la situación, cada órgano o sistema se cierra inexorablemente.

La principal causa de muerte súbita es la fibrilación ventricular. (Foto: Adobe Stock)

Lo único que podrá ayudar es que sea reanimado a la brevedad. Los minutos valen oro. El problema es que no estamos en un hospital, no hay médicos cerca. Lamentablemente, se calcula que el 70% de estos episodios ocurren fuera de un centro asistencial.

Sin embargo, tenemos un arma a nuestro favor. Este año se reglamentó en el país la ley 27.519 sobre prevención de la muerte súbita. En ella, se establece la obligatoriedad de contar con al menos un Desfibrilador Externo Automático o DEA, capaz de revertir este cuadro, en lugares públicos y privados de alta circulación de personas, tales como estadios, natatorios, cines, teatros, oficinas, etcétera. También la ley contempla la necesidad de capacitar al personal en las llamadas maniobras de resucitación cardiopulmonar (RCP).

La mujer de Jorge trabaja en un banco que fue recientemente certificado como “espacio cardioasistido”, o sea que cumple todos los requisitos de la ley. Ella fue entrenada hace una semana. No lo duda. Con su marido acostado en el piso de su living ordena a uno de sus hijos que llame al 107 o 911 para activar el sistema de emergencia, mientras que al otro hijo le dice que vaya a buscar el DEA que se encuentra en la entrada de su edificio.

No hay tiempo que perder y su entrenamiento le dice que comience con las maniobras de RCP. Rápidamente, apoya los talones de su mano en el esternón de su marido y comienza a comprimir cerca de 100 veces por minuto. Llega el DEA, los electrodos son colocados y se produce la desfibrilación en forma automática. Pasaron 2 minutos 30 segundos, Jorge abre los ojos y mira atónito a su familia. A los pocos minutos, llega la ambulancia con los médicos que continuarán con la cadena de supervivencia.

Este caso ficticio, con final feliz, puede ser una realidad alcanzable. Solo se necesita que esta nueva ley se difunda ampliamente y se cumpla a la brevedad. Capacitémonos en RCP y salvemos vidas. De nosotros depende.

El autor es Mario Boskis (M.N. 74.002), cardiólogo y miembro titular de la Sociedad Argentina de Cardiología (MTSAC). Además, es coordinador de los consejos científicos de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC).