El clima de desconcierto reina en una Argentina para el infarto. La volatilidad de un dólar blue en alza y sin techo y la pérdida del poder adquisitivo son realidades que irrumpen en la vida cotidiana. Esta incertidumbre financiera impacta en la salud y el órgano más vulnerable es el corazón. ¿Los problemas económicos pueden provocar un evento cardiovascular?

“La realidad del país puede generar infarto y esto está documentado. En la crisis del año 2002 se publicaron varios trabajos como el del doctor Enrique Gurfinkel, de la Fundación Favaloro, que mostró cómo el incremento de la crisis económica generó un aumento de casi un 30 por ciento de la tasa de infarto”, dice Jorge Tartaglione, médico cardiólogo.

La crisis financiera que atravesó Argentina entre 1999 y 2002 provocó un aumento significativo del 5.38 por ciento en la mortalidad por enfermedades cardiovasculares, lo que sugiere que estas situaciones pueden representar un nuevo factor de riesgo cardiovascular. El estudio fue publicado en la Revista Argentina de Cardiología, en abril de 2012.

“Cada uno interpreta la realidad de acuerdo a sus propias expectativas. Si ambas no coinciden, sobreviene el estrés con el consiguiente aumento del riesgo de sufrir un problema coronario. Todo se agrava si la situación actual amenaza nuestro bienestar y deriva en un “estrés psicosocial, el cual se produce cuando las experiencias que percibimos como negativas en nuestra cotidianeidad nos sobrepasan como consecuencia de una falla en nuestra capacidad de poder afrontarlas”, explica Mario Boskis, miembro titular de la Sociedad Argentina de Cardiología, en diálogo con Clarín.

El shock del dólar en la vidriera de un local de la calle Florida. Foto: Juano Tesone

“En aquel momento, la crisis se produjo en ausencia de cualquier otra catástrofe natural o situación bélica, lo mismo que ahora. Para quienes trabajábamos en hospitales, esos años fueron traumáticos porque todos los pacientes llegaban con angustia, depresión y altos grados de estrés. Acudían a mi consultorio desesperados por el temor de no poder pagar los medicamentos o la obra social y pasar al servicio público”, puntualiza Jorge Tartaglione, médico cardiólogo.

Interheart, un estudio de casos y controles sobre factores de riesgo de infarto del miocardio en el mundo, demostró que las emociones fuertes pueden aumentar casi dos veces y medio el riesgo de un ataque cardíaco en quienes lo padecen, Además, un subanálisis de esa investigación evidenció que el estrés “financiero” fue capaz de aumentar hasta 13 veces el riesgo de infarto.

“Cuando se tiene una enfermedad coronaria, el estrés puede desencadenar angina de pecho o llegar a un infarto de miocardio. También, incrementar la tensión arterial en un hipertenso no tratado y esa hipertensión sostenida o en picos podría ser causa de un ACV”, ilustra Néstor Pérez Baliño, ex presidente de la Sociedad Argentina de Cardiología.

El estrés crónico ante las malas noticias

“Hay situaciones que desencadenan la secreción de hormonas de estrés (cortisol y adrenalina) en cantidades importantes o prolongadas. Cuando enfrentamos de forma frecuente estas situaciones, nuestro sistema de estrés se activa y comienza a perturbarse en su regulación: es el llamado estrés crónico”, teoriza Laura Maffei, médica endocrinóloga.

El estrés crónico es un caldo de cultivo que se va generando ante situaciones de angustia e incertidumbre. ¿Qué consecuencias genera? Enfermedades tanto en el cuerpo como en el cerebro: infartos, arritmias, alergias, gastritis, depresión, falta de motivación y otras.

La cotización que enseguida queda vieja y el estímulo permanente en la calle. Foto: Juano Tesone

Norberto Debbag, cardiólogo y deportólogo, señala que el estrés causado por la incertidumbre económica puede aumentar la liberación de adrenalina y de cortisol en el cuerpo. “Esto aumenta la frecuencia cardíaca y la presión arterial lo que puede provocar un infarto o arritmia en personas con hipertensión. También, puede elevar la ansiedad en pacientes con problemas personales y familiares”, indica.

Para Tartaglione, el estrés crónico también contribuye al problema actual de inaccesibilidad a los medicamentos. “La situación es crítica y se espera que empeore en el futuro. Hoy vino a verme un paciente que me pidió una receta de 25 mil pesos de medicación: para el colesterol, para la presión, un anticoagulante, la aspirina y un diurético”, describe.

Argentina es una fuente inagotable de estresores que cumplen con estas características, que no son nuevas pero sí recurrentes y nos enfrentan a la impotencia de no poder controlarlas con picos imprevisibles de empeoramiento . “Las emociones se procesan en la amígdala cerebral y tienen receptores a estas hormonas que en el estrés crónico participan en el desequilibrio que muchos sienten”, define Maffei.

Y aconseja tomar medidas que nos protejan. ¿Cuáles? Practicar una actividad física que resulte placentera, evitar el aislamiento, imaginar soluciones que aunque no sean las definitivas nos permitan bajar la alerta en nuestro cerebro para pensar mejor y planificar pausas activas.

¿Es posible tener taquicardia frente a las malas noticias?

Martín Lombardero, médico cardiólogo, advierte que los problemas económicos generan una pérdida de la autoestima y pueden ser “gatillo de infarto” en personas que tienen predisposición genética a padecer enfermedad coronaria. “Si tiene enfermedad coronaria subclínica, es decir, no sabe que la tiene, una pequeña placa con leve obstrucción coronaria puede inflamarse súbitamente, romperse y generar un infarto agudo sin síntomas previos por una emoción de pérdida como es una crisis económica”, alerta.

Para los expertos, las noticias financieras en el país pueden ser disparadores de cuadros cardíacos. Foto: Orlando Pelichotti

“Al procesar una noticia y darle una connotación negativa, se estimula una zona del cerebro llamada “amígdala” que activa una reacción que prepara a nuestro organismo a “luchar o huir” como respuesta a una situación de estrés agudo. Esto hace que liberemos principalmente hormonas o “neurotransmisores” como la adrenalina y noradrenalina, que van a actuar sobre el corazón y los vasos sanguíneos, aumentando la frecuencia cardíaca y la presión arterial. Si hay una liberación muy brusca de estas substancias sentimos la taquicardia como si “palpitara” el pecho, agrega Boskis que también es coordinador de los consejos científicos de la SAC.

¿Cuáles son los riesgos de hacerse mala sangre?

Si entendemos que la expresión significa una preocupación excesiva por una realidad percibida como adversa, entonces podemos estar frente a una situación de estrés crónica. Así lo interpreta Boskis. “Esta situación genera el aumento del cortisol, una hormona que cumple la función de mantenernos en estado de alerta, pero que con el tiempo es responsable de elevar la presión arterial, el colesterol, triglicéridos y la glucemia, todos factores de riesgo cardíacos”, describe.

Y también advierte que el estrés crónico genera un proceso de “inflamación” de las arterias, favoreciendo el proceso de arteriosclerosis.

Para Baliño, los riesgos de hacerse mala sangre son respuestas muy individuales que van acompañadas de estrés. “Las taquicardias (más de 90 latidos por minuto) son respuestas normales al ejercicio o a una situación emocional. Las situaciones de vulnerabilidad social y la falta de prevención generan patologías y enfermedades cardiovasculares en la población que presenta dificultades socioeconómicas”, menciona.

Para Jorge Franchella, médico deportólogo y cardiólogo, ante una mala noticia se puede tener una respuesta cardíaca que genere una sensación de alerta e inseguridad. Es el riesgo de hacerse mala sangre. “En una situación de alarma, el cerebro, el corazón y los músculos necesitan más sangre para poder huir”, aclara.

“Me va a dar algo”. ¿Mito o realidad?

¿Quién no sintió alguna vez que el corazón le salía por la boca ante una mala noticia? “El famoso ‘me va a dar algo’ puede ser un síntoma de enfermedad coronaria que se presenta con dolor en el pecho en la zona ‘de la corbata’ o palpitaciones y puede ser un signo de infarto inminente”, explica Boskis.

“El “me va a dar algo” se traduce como tener una situación desconocida y desagradable en mi futuro o en mi presente inmediato. ¿Cómo podemos recibirlo? Dependerá de cuál es el tipo de estímulo que recibimos como noticia, cuál es nuestra personalidad y cómo estamos preparados para responder a ese tipo de alarma”, manifiesta Franchella, que también es director del Programa de Actividad Física y Deportes en el Hospital de Clínicas de la UBA.

“Tengo pacientes que en la consulta están más tensos y tuve que ajustarles la medicación. Principalmente, les aumenté la dosis a los que sufren de hipertensión arterial porque los notaba más hipertensos por toda esta situación económica. Otros, estaban muy preocupados por distintos motivos personales y, a veces, de familiares directos como son los hijos que tampoco estaban atravesando una situación financiera muy buena”, cuenta Debbag.

Y Franchella concluye: “Cada vez que atendemos a un paciente con una enfermedad coronaria aguda, tratamos de ver si había factores de riesgo que ya lo venían acompañando y si hubo algún desencadenante. Por eso influye muchísimo también el entorno y el tipo de situaciones y noticias que nos rodean”.