El fútbol y el corazón son parte de un mismo retrato. La pasión manda, pero el combo puede ser explosivo. Roberto Fontanarrosa lo contó a la perfección en el cuento “21 de diciembre de 1971”: un grupo de amigos hinchas de Rosario Central lleva de prepo al “viejo Casale” a ver un clásico contra Newell’s porque lo consideraban un talismán, y el hombre sufre un paro cardíaco en la tribuna en pleno festejo del triunfo del canalla.
¿Qué pasa cuando el entusiasmo se convierte en fanatismo extremo? ¿Cuáles son los riesgos?
A la carga emotiva que de por sí tiene un superclásico copero entre Boca y River, el de este martes (21.30 en la Bombonera) viene con el antecedente directo de la definición del año pasado, que incluyó al suspensión de la final por el ataque al micro de Boca cuando llegaba al Monumental y la definición en Madrid que consagró al equipo de Marcelo Gallardo.
El partido de vuelta por las semis de la Libertadores definirá la suerte de cada equipo, quién pasa a la ansiada final; pero también el humor de millones de hinchas en la Argentina.
Las alteraciones en la salud que desatan los partidos de fútbol suelen estar relacionadas con el corazón. Hay evidencia científica que lo respalda, como estudios publicados en New England journal of Medicine. Pero también hay quienes canalizan los nervios a través de la respiración o del aparato digestivo.
“Ante este tipo de eventos, suele haber mayor cantidad de episodios cardiovasculares porque la emoción se vive dentro del organismo como una amenaza. Además, la poca irrigación en las arterias coronarias puede llegar a producir un infarto”, subraya Jorge Franchella, especialista en cardiología.
Por su parte, Mario Boskis, médico cardiólogo, señala que quienes desconocen su estado de salud corren mayor riesgo que los cardiópatas porque tienen una arritmia, aún no detectada, que está expuesta en el momento de la emoción. “El famoso ‘me va a dar algo’ puede ser un síntoma de enfermedad coronaria que se presenta con dolor en el pecho (zona de la corbata) o un signo de infarto inminente. Se deben controlar presión arterial, colesterol y glucemia”, sugiere.
Entre dudas y certezas, los hinchas atraviesan cada partido con sensaciones encontradas. Todo lo viven a flor de piel. “La emoción en el hincha produce estrés, es decir, una discordancia entre la expectativa y la realidad. Sucede que el organismo libera sustancias químicas que pueden dilatar las pupilas, subir la presión o incrementar la frecuencia cardíaca y respiratoria. El cuerpo se prepara para una reacción de huida como si estuviéramos amenazados por un enemigo invisible”, detalla Boskis.
Pero la ansiedad es difícil de controlar para un hincha apasionado por su club: “En esta clase de partidos, el trauma está presente hasta el último minuto. Cuando la pelota empieza a rodar, se van el apetito y las ganas de fumar”, asegura Federico (25), hincha de River, de Chascomús.
La familia Mella, del barrio Barracas, es futbolera y fanática de Boca. “A la hora de ver los partidos, el nerviosismo se va compartiendo y aumentando”, aseguran todos sus integrantes. La premisa siempre es la misma: que Boca le gane a River con juego y garra.
La familia Mella, de Barracas, fanáticos de Boca. (Foto: Germán García Adrasti)
Los hermanos Augusto (16) y Valentina (22) suelen ir juntos a la popular de la Bombonera. “Ser de Boca es el legado más lindo que puede habernos dejado nuestra familia. A pesar del resultado negativo, Boca tiene muchas chances de dar vuelta el partido y su gran plus es la hinchada”, dicen al unísono.
Le contagiaron el mismo entusiasmo a Fran (14), la más pequeña de los tres. En cambio, Juliana, la mamá, prefiere verlo “tranquila” en su casa: “Si las cosas van mal, dejo de mirar el partido. Prefiero aislarme y no ver la derrota. Me altera mucho. En las previas, evito charlar con gente de River porque puedo terminar peleada con esa persona. Una vez, bloqueé en el WhatsApp a un contacto cercano por una semana entera”, le cuenta a Clarín.
Marcial, el papá, se llevó la peor parte: tuvo un hecho traumático en la primera final del año pasado (que terminó 2-2), en la Bombonera: “Me subió la presión ocular y el ojo me quedó rojo durante una semana. Mi oculista dijo que se habían reventado los vasitos y que podría haber sufrido un peligroso pico de presión. Ahora, intento estar más relajado, pero es imposible. Cuando estás en la cancha te transformas y olvidas de todo. Mis hijos me aconsejaron no ir más, pero nunca la voy a abandonar”, asume con orgullo.
Del lado de River la pasión se vive con la misma intensidad. Franco comparte con su padre, Diego, la misma pasión millonaria. “Manejo la ansiedad tratando de escuchar lo menos posible las previas del partido y jugando a la PlayStation con mi hermana hasta cinco minutos antes del partido. Pero en la final de Madrid creí que me transformaba en el tano Pasman”,cuenta a Clarín entre risas el adolescente, que vive en Martínez.
También Hernán (36), de Villa Urquiza, se autodefine como fanático de River. “El comienzo de mi semana siempre está condicionado por el resultado de mi equipo”, destaca.
Hernán, de Villa Urquiza, fanático de River. (Foto: Luciano Thieberger)
Oscar Mangione, psicólogo deportivo, explica que el hincha suele vivir la pérdida de un partido como algo propio porque experimenta un sentimiento de identificación con su cuadro de fútbol. “No debería tomarse como algo de vida o muerte. Uno debe entender que simboliza un juego con reglas. Hay que tener tolerancia a la frustración, representarse la idea de que el equipo puede ganar o perder”, agrega.
“El triunfo en la final de Madrid me regaló la mayor alegría como hincha. Después del partido de Arsenal (que jugó River el último viernes por la Superliga), entré en modo superclásico. Siento un cosquilleo y una gran ansiedad. Necesito que ya sea martes. Si perdemos, va a ser un golpe duro”, asume Hernán.
El director del Instituto de Ciencias del Deporte de la Universidad Favaloro, Roberto Peidro, destaca que el estrés generado por el partido de fútbol aumenta la posibilidad de desarrollar un evento coronario y aún una muerte súbita y que podría ser más frecuente en personas jóvenes por su mayor nivel de apasionamiento. Pero advierte que siempre depende de la personalidad que tenga la persona, aunque en los hombres ser más usual.
Para prevenir eventuales accidentes cardiovasculares, recomienda que antes del partido se evite el consumo de alcohol, tabaco y comida en exceso. También, conocer nuestro estado de salud y practicar deporte para generar endorfinas, aquello que denomina un “estrés positivo”. Todos los especialistas consultados aconsejan hacer una consulta previa al médico de cabecera, no interrumpir ni modificar un tratamiento en curso y no ir a la cancha si la persona corre riesgo.