Una caminata vigorosa hace aumente la frecuencia cardíaca y el consumo de oxígeno. Foto Shutterstock.
Una duda muy común que suele plantearse después de un diagnóstico de enfermedad cardíaca es si se puede hacer ejercicio.¿Debería hacerse? ¿En qué casos? Si bien puede pensarse que un régimen de descanso y relajación que no le exija al corazón es lo mejor, lo cierto es que los cardiólogos suelen coincidir en que «para el corazón y la salud en general lo mejor es mantenerse activo«.
Así lo sostiene Elijah Behr, cardiólogo de Mayo Clinic Healthcare en Londres, que explica por qué y cómo pueden hacer ejercicio «hasta las personas cuya afección los pone en más riesgo de paro cardíaco«.
Claro que toda actividad que se desee emprender deberá estar supervisada por un médico cardiólogo que trate las particularidades del caso.
En este sentido, Behr sostiene que si bien «incluso en pacientes con corazones muy dañados que causan insuficiencia cardíaca, el ejercicio es importante para mejorar la calidad de vida«, también es fundamental advertir que «se lo debe hacer de manera razonable y con cuidado para evitar exacerbar la afección subyacente».
Evaluar cada caso
Entonces ¿qué deben tener en cuenta las personas con afecciones cardíacas a la hora de hacer ejercicio?
Mario Boskis, cardiólogo miembro titular de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC), explica a Clarín que para poder realizar actividad física la afección cardíaca debe estar estabilizada, y deben realizarse estudios para determinar cuál es la indicada.
Quienes padezcan alguna enfermedad cardíaca deben acudir al médico para asesorarse. Foto Shutterstock.
En este sentido, detalla que los pacientes que están en rehabilitación cardiovascular «son aquellos que han tenido un problema cardiovascular, como por ejemplo un problema coronario o un infarto del miocardio, que han necesitado colocarse stents, que tienen arritimias cardíacas, o que tienen insuficiencia cardíaca».
Estos pacientes «entran en lo que se llama prevención secundaria, esto es, quienes tienen un problema cardiovascular y queremos evitar que tengan un nuevo evento o empeorar su problema», señala.
El profesional recomienda entonces la actividad física «como una gran aliada en la prevención y rehabilitación de pacientes con enfermedades cardiovasculares, siendo el ejercicio más recomendable el aeróbico, ya que utilizamos grandes grupos musculares como por ejemplo las piernas, para realizar una buena caminata vigorosa».
«Eso hace que aumente la frecuencia cardíaca y el consumo de oxígeno, repercutiendo favorablemente en el corazón», agrega y prosigue: «También es recomendable incluir ejercicios de tipo isométrico, o sea trabajar con pesas siempre a baja carga para poder mantener el tono muscular».
Otra de las claves es considerar de qué enfermedad estamos hablando, para poder crear un plan de ejercicio acorde. «Por ejemplo, cuando hay arteriopatía coronaria, que significa un taponamiento o una obstrucción de las arterias debido al colesterol, hacer una cantidad excesiva de ejercicio puede provocar dolor del pecho y aumentar los riesgos de la afección subyacente», explica Behr.
«En cambio -continúa- los pacientes cuyas afecciones no empeoran con el ejercicio, como quienes tienen problemas del ritmo cardíaco, pueden hacer todo el ejercicio que deseen.«
En referencia a los beneficios de realizar ejercicio, Boskis destaca: «Hay pacientes, por ejemplo, con insuficiencia cardíaca, que pueden tener su músculo cardíaco dañado o deteriorado, y la posibilidad de que hagan actividad física es muy beneficiosa, ya que puede mejorar con el tiempo su capacidad funcional aun a pesar de tener un deterioro en su función», señala.
Si se siente dolor el pecho, mareos o falta de aire se debe suspender inmediatamente la actividad y consultar. Foto Shutterstock.
Respecto a qué tipo de ejercicio se recomienda en estos casos , Behr manifiesta: «Los pacientes pueden hacer ejercicio aeróbico o cardiovascular y, en realidad, eso puede ser muy bueno tanto para su bienestar como para su pronóstico. No obstante, hay que personalizar la intensidad y la duración del ejercicio», señala.
«Cuando el ejercicio afecta negativamente sobre la enfermedad -continúa- lo mejor es evitar deportes de alta intensidad, de resistencia o de competición, y se recomienda que un cardiólogo personalice el método», añade el médico.
Pautas a tomar en cuenta
Para quienes temen realizar ejercicio por alguna condición de base, el riesgo de sufrir un paro cardíaco está latente. Por eso, Behr recomienda que en esos casos lo ideal es evitar «deportes competitivos y el ejercicio físico ejercicio excesivamente intenso o prolongado» como modo de minimizar el riesgo y maximizar sus ventajas.
«No está indicado hacer actividad física si uno tiene una enfermedad cardiovascular activa, como por ejemplo una angina inestable, que es una enfermedad coronaria descompensada», plantea Boskis.
Y enumera: «tampoco en el caso de una valvulopatía severa, arritimias complejas o malignas que podrían ser riesgosas para la salud en caso de hacer actividad fisica vigorosa, y cualquier otra enfermedad cardiovascular en la que se evalúe que hay una descompensación de la enfermedad crónica, como una insuficiencia cardíaca no controlada, o una hipertensión arterial no controlada», indica Boskis.
Además, ambos cardiólogos recomiendan estar atentos al dolor en el pecho o en los brazos, a la falta de aire, las palpitaciones y los mareos como señales de alerta mientras se hace ejercicio, y en el caso de que se presenten aconsejan suspender la actividad de inmediato y buscar atención médica.
Nota extraida de Clarin. Hecha por Ludmila Moscato