El control del peso es clave para prevenir eventos cardíacos y su recurrencia. Foto Shutterstock.
La obesidad es una de las principales amenazas para la salud del corazón. Por eso, mantener un peso saludable es clave en la prevención de eventos cardíacos (como el infarto) que puedan poner en riesgo la vida y es a su vez fundamental para evitar que se repitan. Sin embargo, pocas personas con enfermedad cardiovascular logran ese objetivo.
Así lo advierte un estudio con más de 10 mil participantes publicado en European Heart Journal – Quality of Care and Clinical Outcomes, una revista de la Sociedad Europea de Cardiología (ESC, por sus siglas en inglés,. Especialistas argentinos consultados por Clarín afirman que es un problema que también se registra en nuestro país.
El trabajo halló que menos del 20% de las personas que fueron hospitalizadas por un evento cardíaco o para someterse a un procedimiento para desbloquear arterias obstruidas presentaba en ese momento un índice de masa corporal (IMC) saludable: el 34,9% tenía obesidad y el 46% sobrepeso.
El IMC es un indicador de la relación entre el peso y la talla (altura) que se utiliza frecuentemente para identificar el sobrepeso y la obesidad en los adultos. Se calcula dividiendo el peso de una persona en kilos por el cuadrado de su talla en metros (kg/m2). Un IMC entre 18.5 y 24.9 se considera normal, a partir de 25 indica sobrepeso, y de 30 en adelante, obesidad.
Los investigadores combinaron datos de los estudios EUROASPIRE IV (2012 a 2013) y EUROASPIRE V (2016 a 2017), que se llevaron a cabo en 29 países de Europa.
El análisis incluyó a 10.507 pacientes con enfermedad coronaria (edad promedio 62 años, un 25% eran mujeres), que fueron visitados en promedio 16 meses después de la hospitalización por su problema cardíaco para realizarles una entrevista, cuestionarios y un examen clínico que incluyó análisis de peso, talla y sangre.
¿Qué encontraron los investigadores? Que casi 9 de cada 10 (el 86%) de los que tenían obesidad seguían presentando el cuadro, mientras que un 14% de los que tenían sobrepeso habían pasado a ser obesos.
Más de un tercio de los pacientes con obesidad dijeron que no habían recibido consejos sobre actividad física o nutrición y casi uno de cada cinco dijo que no se les había informado que tenían sobrepeso. Las mujeres jóvenes se vieron particularmente afectadas: casi la mitad de las menores de 55 años presentaban obesidad.
“Parece que los médicos no consideran la obesidad como un problema médico grave, que requiere atención, recomendaciones y consejos sobre los objetivos personales de peso”, destacaron los autores.
La grasa que se acumula en el abdomen es la más riesgosa. Foto Shutterstock.
Un factor clave
La pérdida de peso es un objetivo clave en el tratamiento de personas que presentan sobrepeso u obesidad y enfermedad coronaria dado que contribuye a mejorar los niveles de presión arterial y de lípidos (colesterol y triglicéridos) y reduce el riesgo de diabetes tipo 2. Todos esos factores de riesgo bajo control ayudan a prevenir y evitar la recurrencia de un evento cardíaco.
Según relevó el trabajo europeo, los pacientes con sobrepeso u obesidad que perdieron el 5% o más de su peso corporal mostraron niveles significativamente más bajos de hipertensión, dislipidemia y diabetes no reconocida previamente en comparación con aquellos que aumentaron el 5% o más de su peso corporal, aunque fueran tratados por igual con medicamentos para la presión arterial e hipolipemiantes. También informaron niveles más altos de calidad de vida física y emocional.
“La aceptación y el acceso a los programas de rehabilitación cardíaca es deficiente y menos de la mitad de los pacientes en Europa informaron que completaron un plan”, afirmó Catriona Jennings, de la Universidad Nacional de Irlanda, autora del estudio.
“Los pacientes en general toman los remedios para el hipertensión, para el colesterol, no siempre como uno espera, pero la adherencia sostenida para bajar de peso es bajísima. A veces, después de un infarto o de una intervención quirúrgica hacen un esfuerzo y logran algo, pero al poco tiempo suelen perderlo”, comenta Oscar Mendiz, director del Instituto de Cardiología y Cirugía Cardiovascular de la Fundación Favaloro.
“No hay duda de que los pacientes con enfermedad cardiovascular, especialmente con problema coronario, deben ser tratados en forma integral, con un plan de rehabilitación cardiovascular que incluya medicación para su patología y factores de riesgo, actividad física y alimentación saludable“, suma el cardiólogo Mario Boskis, miembro de la Sociedad Argentina de Cardiología (SAC).
“Si existe sobrepeso, el plan debe contemplar una dieta hipocalórica que permita un progresivo y sostenido descenso del peso corporal”, añade.
Asimismo, lamenta que “muchas veces se hace hincapié solamente en la medicación prescripta, y no siempre todos los médicos se toman el tiempo para informar al paciente de la importancia en implementar cambios en el estilo de vida que lleven a hábitos saludables, así como hay pacientes que, a pesar de las indicaciones, no cumplen con las consignas“.
Escenario complejo
En Argentina, más de 6 de cada 10 adultos están por encima de su peso saludable y son sedentarios, según la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (ENFR 2018). El 33,7% presenta sobrepeso y el 32,4% obesidad. A su vez, 4 de cada 10 tienen hipertensión, un 30% colesterol elevado y casi un 13% diabetes.
Todos esos factores de riesgo de enfermedad cardiovascular, la principal causa de muerte en el país, están en ascenso y se encuentran relacionados.
“La obesidad es un problema que genera un crecimiento exagerado del tejido adiposo -explica Boskis-, que se comporta como un verdadero órgano ‘endocrino’ que fabrica hormonas en exceso, cuyo desequilibrio favorece alteraciones orgánicas, como aumento del colesterol ‘malo’ o LDL, de los triglicéridos, la glucemia y la presión arterial y un cuadro de inflamación crónica.”
Estos factores, separados o en conjunto, “elevan considerablemente el riesgo de sufrir un cuadro coronario agudo“, advierte.
Mantener esos parámetros bajo control ayuda, en cambio, a disminuirlo. “Una reducción de peso de más del 10% mejoró significativamente la hipertensión arterial, el nivel de lípidos en sangre y el control de la diabetes, mostró un reciente estudio publicado en el International Journal of Obesity”, apunta Boskis, que es director general del Instituto Cardiovascular San Isidro (ICSI).
La más riesgosa es la grasa que se acumula alrededor del abdomen. Para conocer el propio riesgo se puede medir el tamaño de la cintura colocando un centímetro a la altura del ombligo: el perímetro no debe superar los 102 cm en hombres y 88 en mujeres.
“La obesidad es un factor determinante en los resultados de toda la medicina cardiovascular. No solo en las patologías que tienen su tratamiento médico, como puede ser la hipertensión, la dislipemia, sino también en la toma de decisiones acerca de las intervenciones, ya que muchas veces modifica la decisión sobre si un paciente se puede operar o hacerse una angioplastia”, aporta Mendiz.
“A su vez, los resultados de esas intervenciones pueden tener más tasa de complicaciones relacionadas con el sobrepeso, como infecciones de heridas, hematomas”, agrega.
Y enfatiza la necesidad de realizar intervenciones para prevenir la obesidad desde la infancia. En el país, cuatro de cada 10 niños y adolescentes presentan sobrepeso u obesidad.
“Nosotros sabemos después que cuando los pacientes son adultos y ya tienen consecuencias, todo lo que hacemos es bastante inefectivo. Podemos hacer un stent, una angioplastia, pero uno de los factores que predispone a esos problemas es la obesidad y es muy difícil de corregir. El paciente ya tiene un hábito de vida, lo adquirió de la infancia le cuesta horrores revertirlo”, subraya.
Grasas saludables, frutas y verduras, una buena combinación para el corazón. Foto Shutterstock.
Hábitos cardioprotectores
Para mantener un corazón sano y reducir el riesgo cardiovascular, las guías internacionales recomiendan llevar una alimentación saludable, hacer actividad física en forma regular (al menos 150 a 300 minutos de actividad aeróbica moderada a vigorosa por semana), no fumar y mantener controlados los niveles de azúcar y lípidos en sangre.
Un plan de alimentación saludable para el corazón incluye frutas y verduras, legumbres, carnes y pescados magros (carne roja en cantidad limitada), productos lácteos, cereales integrales, grasas saludables (como el aceite de oliva). Asimismo, se aconseja reducir o evitar el consumo de sal, azúcar, productos y bebidas ultraprocesadas, alcohol, grasas saturadas y grasas trans .
Entre esos hábitos, Boskis suma la consulta médica periódica, “que es quizás una de las mejores intervenciones que pueden disminuir la posibilidad de eventos cardíacos, con una adecuada prevención basada en la estratificación del riesgo de cada persona”.