La despedida del Dr. Mario Boskis del hotel donde terminó su aislamiento, y el oxímetro, un compañero inseparable durante su internación
Soy médico, recibido en la UBA en 1986. Desde hace más de 30 años me dedico a la Cardiología, y actualmente estoy trabajando como director en dos centros de atención cardiovascular ambulatoria, en la zona del AMBA, que combinados atienden a más de 50.000 pacientes al año.
Retrocedo unos meses y estamos ahora a fines de diciembre de 2019. Mientras la Argentina se preparaba para recibir las fiestas de fin de año, en Wuhan, China un grupo de investigadores detecta una relación entre pacientes que contrajeron una Neumonía de origen desconocido y un mercado de animales para consumo humano. Coincidiendo con el último día del año, la agencia China de Control y Prevención de Enfermedades anuncia al mundo que ha aparecido un nuevo beta coronavirus, con la capacidad de provocar un síndrome respiratorio severo agudo en humanos, al que designan con el nombre de SARS-CoV-2, más conocido en nuestro país como “nuevo Coronavirus Covid-19”, que rápidamente se expande por Asia, Europa y América, obligando a la OMS a declarar a mediados de marzo que el Covid-19 adquirió las características de una Pandemia.
Desde el inicio de la crisis del Covid-19, nunca dudé que nuestra tarea era la de mantener abiertos los centros de atención, ya que la enfermedad cardiovascular no se detenía ante la nueva enfermedad. Trabajamos fuertemente en la generación de protocolos de atención orientados a minimizar la posibilidad de contagio por Covid-19 y en lo personal, fui invitado a varios medios de comunicación masiva, para transmitir el mensaje de no subestimar síntomas cardiovasculares durante la pandemia y concientizar a la población acerca de la importancia de las medidas de prevención epidemiológica en la lucha contra este nuevo virus.
En nuestras instituciones nos comunicábamos con los pacientes más complicados de salud para preguntarles cómo se sentían, e implementamos la modalidad de la consulta “virtual”. La posibilidad de prescribir recetas en forma electrónica y enviarlas por e-mail o Whatsapp ayudó significativamente a no suspender los tratamientos de las enfermedades cardiovasculares crónicas. La actividad era intensa, pero como trabajador esencial, sentía orgullo cuando en algún control por la calle, mostraba mi autorización para circular o mi credencial médica, y recibía una venia con un afectuoso saludo en respuesta, al cual respondía con el mismo afecto.
Estaba dando mi pelea personal contra el coronavirus, hasta que mi rutina se vio alterada el 3 de Julio de 2020. Sorpresivamente (para mí) comencé con síntomas. Mi propia omnipotencia intento minimizarlos. El fuerte cansancio y dolor de cabeza podía ser explicado por el estrés de todas estas semanas pasándome una factura. Esa tarde, luego de volver del trabajo, me tiré en la cama a descansar.
El Dr. Boskis, demacrado pero feliz. Dejó el Sanatorio Otamendi con 4 kilos menos en apenas unos días
Habían pasado unas horas hasta que mi esposa me despertó, sorprendida que yo esté haciendo “la siesta”. ”Estás volando de fiebre” me dijo. Fue como un mazazo. ¿Fiebre, yo? En fin… seguramente una gripecita. Pero los 39 grados y la cefalea, eran evidencia incontrovertible. Me había transformado en un “caso sospechoso”.
¿Quiénes habían sido mis contactos estrechos? ¿Con quien había estado en las últimas 48 horas? ¿Con quien compartí más de 15 minutos, a menos de 2 metros de distancia, sin tapabocas? Mis pacientes no cumplían con esa definición, pero si mi mujer. Faltaba solo confirmar el diagnóstico presuntivo.
Horas después concurrí a la unidad febril del Sanatorio Otamendi, donde me realizaron una placa de tórax y una PCR, la prueba que permite detectar material genético del SARS-CoV-2. Luego ingresó una médica con su equipo de protección personal (EPP) -el comúnmente llamado “traje de astronauta”- para completar el chequeo clínico. Pocos minutos después, en forma telefónica, me informan que mi cuadro era “leve” y que podría aislarme en mi domicilio o en un hotel.
Ya que teníamos la infraestructura para hacerlo, decidimos con mi mujer afrontar el aislamiento juntos en casa. Había todavía que esperar el resultado del estudio y los 38.5 de temperatura eran solo una incomodidad que retrocedía con paracetamol. Hasta ahora, me dije, esto es realmente sólo “una gripecita”.
Al día siguiente, 5 de Julio, recibí el llamado del Sanatorio informandome que era Covid (+). El shock inicial dejó paso a un rápido auto análisis de mi situación.: “No tengo ninguna co-morbilidad, estoy por debajo de los 60 años y la estadística indica una mortalidad del 1%. Había que dar batalla y estaba muy confiado y optimista. A este bicho se le gana…”.
Ese mismo día comencé a escribir un diario personal con signos, síntomas y reflexiones.
6 de Julio
Son las 8 de la mañana y tengo 38.1 C de temperatura, dolor de cabeza y cuerpo, sudor y mucho frío. Me toca tomar el paracetamol de 1 gm, gusto y olfato ok.
16:00 hs: Estoy con 38.4. C. Pasaron recién 6 horas de la última toma y de vuelta con temperatura. No me gusta.
21:00 hs: Faltan 3 horas para el próximo antifebril y tengo 39.1. Imbancable.
23:10 hs: Adelanto la toma del paracetamol.
23:55 hs: 38.0. Me siento mejor, un poco asustado. Esa noche fue muy complicada. Hay que aislarse a rajatabla. La fiebre no bajaba aun y solo quedaba esperar a que el sistema inmune responda con anticuerpos. La batalla estaba desarrollándose a pleno.
Ya había pasado la peor parte y estaba en el hotel, terminando el período de aislamiento hasta el alta definitiva.
7 de Julio
Son las 10:14 hs, estoy muy transpirado, menos cefalea, 36.8 (increíble), a disfrutar de sentirse mejor. Tome un paracetamol hace unas horas. Con suerte llego al mediodía sin fiebre.
13:00 hs. 39.2. Cada episodio de fiebre es un desafío. No sabés si vuelve a bajar, o cuando, no podés relajarte, hay que estar alerta y atento. Me duele todo el cuerpo, como nunca.
15:00 hs: 38.2, mejor
18:15: Afebril. Un lujo.
21:10 39.4: Esto no es una gripe común. Me duele todo el cuerpo y la fiebre parece como una turbina de un avión al momento del despegue. Siempre en aumento, aprieta, es intensa, hay que luchar contra ella, El paracetamol ya no me alcanza. Otra noche complicada. No me gusta este tema, no vamos bien.
8 de Julio
9:00: Muy cansado, fiebre sube y baja. Ahora 37.8. A lo largo del día la cefalea y la fiebre van y vienen, desgastan, atacan y retroceden, como en una guerra, las potencias de ambos lados se miden. Por momentos siento que el virus está ganando.
17:20: 38.4. ¿Cuánto falta para el paracetamol? Mi médico de seguimiento, un amigo de la vida, me llama todos los días y sigue mi evolución. Está preocupado. Habla de llevarme al Sanatorio para tomar unas imágenes de mis pulmones y completar algunos análisis. Mi mujer, en su rol múltiple de enfermera, psicóloga y consejera, apoya esta teoría. El médico adentro mío sabe que este paciente no está evolucionando bien, ya es de noche y la fiebre continua, los dolores en todo el cuerpo, el frío y el calor, la falta de apetito, son todos signos que me hablan por sí mismos.
El 9 de Julio me vienen a buscar los “astronautas” en ambulancia, con destino al Otamendi, en donde quedo internado. La tomografía evidencia Neumonía Bilateral, los gases en sangre muestran desaturación con hipoxemia. Comienzan con corticoides, anticoagulantes, antitermicos, oxígeno. El Covid-19 quiere ganar, el cuadro ya es severo. Los médicos y el personal de enfermería hacen lo suyo. Excelente grupo profesional y humano. A pesar del aislamiento, el mensaje llega con claridad; “Dr. tiene que lucharla”, “Dale que vamos bien”. La consigna es no aflojar.
El médico adentro mío sabe las estadísticas, sabe que la saturación no es buena, y que tiene que subir, que la fiebre se tiene que ir, sabe que a este bicho se le pelea y se le gana.
Mi mujer me acompaña via Whatsapp en todo momento. Mi hermano cardiólogo, colega y amigo es otro apoyo incondicional, mis hijos están presentes. Estoy convencido que el amor también ayuda a curar y la virtualidad hace que el tratamiento se amplifique. La lucha ya es más pareja.
Y de pronto, todos los parámetros mejoran. Luego de casi una semana, ya no necesito oxígeno, el apetito vuelve tímidamente, se piensa en el alta, se aleja la Terapia Intensiva y el respirador. Empieza la recuperación.
Completé las dos semanas de aislamiento en un hotel y fui dado de alta a mi domicilio, donde seguí la recuperación. Había perdido 4 kilos en pocos días, y el cuerpo tenía que recuperar su ritmo y metabolismo habitual.
Pasado unos días, una PCR negativa demostró que ya no hay virus en mi organismo y que podía volver al trabajo. Los anticuerpos IgG mostraron una buena respuesta inmunológica.
El Dr. Mario Boskis
Hoy en día, ya estoy de vuelta en mi consultorio, atendiendo pacientes. Comparto con ellos mi experiencia y les pido que se cuiden. Esta no es una gripecita más.
Salimos a caminar con mi mujer, para hacer alguna compra, y veo que hay grupos de gente en la puerta de un café, con el tapaboca mal colocado y sin cuidar la distancia, me agarro la cabeza. Les marco el error y me miran torcido y con recelo. No puedo creer las noticias en los medios, cuando me entero que se reúnen familias y amigos para festejar un cumpleaños o se organizan asados multitudinarios. Los adolescentes en un boliche desafían las reglas básicas del contagio, Europa con rebrotes. El mundo al revés.
Seguramente vamos a terminar derrotando a la larga o a la corta al coronavirus. La vacuna está cerca y existen decenas de tratamientos en distintas fases de investigación clínica que están demostrando resultados prometedores de seguridad y eficacia. Pero no nos confiemos, hoy el bicho está ahí a la vuelta, en la comunidad. En lo personal, gracias a Dios no quedé con ninguna secuela y mi esposa nunca se contagió. La vida volvió a su velocidad y ritmo habitual. Una vieja y conocida frase me ronda en la cabeza: lo que no te mata, te fortalece.
Mario Boskis (MN 74002) es investigador clínico y experto en la prevención y tratamiento de las enfermedades cardíacas, Miembro Titular de la Sociedad Argentina de Cardiología (MTSAC), Fellow del American College of Cardiology (FACC) y dirige su propio centro médico (Boskis Grupo Cardiológico) creado por su padre (una eminencia de la medicina cardiovascular) hace ya 65 años. Boskis, además, es quién introdujo en la Argentina el famoso estudio llamado Eco Estres.